lunes, febrero 25, 2008

Kiosquito

El servicio de Metrovías tiene varias deficiencias que no vale la pena enumerar porque son por todos conocidas. Pero si hay algo que me parece decididamente insólito es la idea de agregarle un kiosquito a la boletería en varias estaciones, como en Lavalle o Scalabrini Ortiz.

En el subte las cosas deben ser simples y veloces. No puede ser de ninguna manera que alguien pida "dos boletos, un paquete de Sugus de menta y una Coca Cola Light". El boletero está para vender pasajes y nada más, señores empresarios.

¿O no les alcanza con los subsidios millonarios del Estado que además tienen que vender alfajores Jorgito?

martes, febrero 19, 2008

Llamen a la Policía!!!

Si hay algo que no me gusta es ponerme la gorra y ser vigilante. pero cuando alguien es tan descaradamente chorro y delincuente me hierve la sangre. Desde hace un tiempo sigo Ciega a citas, un simpático blog sobre una chica que busca un "novio normal" para llevar al casamiento de su hermana.

Y ahora veo que en Clarin.com hay una periodista, Lorena Bassani, que resolvió sacar un blog igual, titulado Quiero un novio.

¿Qué hay que hacer? ¿Llamar a los bomberos, al INADI, a la Policía, a Batman? ¿Cómo se puede ser tan chorro?

viernes, febrero 15, 2008

San Valentín

Hay pocas cosas que me den más vergüenza que caminar con una flor en la mano. No sé si llevarla hacia arriba, hacia abajo, o escondida detrás de la espalda.

Me parece que todo el que me cruzo me lanza una sonrisita irónica y piensa “qué nabo!”. Hasta el que me vendió la flor se debe reír. Sólo que no lo exterioriza porque es su fuente de ingresos.

Pero bueno, es un día al año y hay que tragarse el orgullo. Ah, y prepararse para el 21 de septiembre…

lunes, febrero 11, 2008

Prepaga careta

El otro día, caminando por Alem y Corrientes me encontré con un cartel que me sublevó. Era la publicidad de la prepaga OSDE Binario que tenía la imagen de una guitarra eléctrica con el cartel de “se vende” y decía algo así como que si tenés entre 25 y 32 años “tu vida está cambiando”.

O sea que para estos genios a los 32 años ya no puedo tocar más la guitarra, salir de noche ni ir a recitales. Sólo me resta empeñar mis instrumentos musicales y dedicarme a laburar, casarme y procrear. Les pido por favor que se metan su amargo plan médico donde más les guste.

martes, febrero 05, 2008

Murgas, esa calamidad

Años de investigación y estudio me han conducido a la siguiente conclusión: La murga porteña es la expresión más baja de la cultura occidental.

Desconozco si en Angola, Laos o Samoa existe una forma de arte más vulgar, pero en cuanto a países occidentales se refiere, estoy convencido de que no hay nada que sea más feo y deforme que un montón de idiotas disfrazados dando pases de baile espasmódicos al ritmo de tambores.

Para todo esto, además, se cortan las calles de la ciudad sin tener en cuenta si la mayoría de los porteños queremos disfrutar o no de semejantes esperpentos.

Convengamos en algo. La alegría y el carnaval son brasileros. Dejemos a los vecinos con sus majestuosas escolas do samba y terminemos nosotros con esta farsa inmunda a la que asisten tres gatos locos tirando espuma y rompiendo las bolas a los demás.

viernes, febrero 01, 2008

Inundación (primera parte)

Tumbado en uno de los asientos del avión sanitario del ministerio, no podía dejar de pensar y cuestionarme mi existencia. ¿Quién carajo me había mandado a mí a especializarme en catástrofes sanitarias? ¿Para qué tanto seminario, el master? Qué boludo, por Dios, podría hacer cirugías plásticas y llenarme de oro, como Pitanguy y Barrenechea, pero no, clavado como un imbécil en un puesto de mierda. Hasta las pelotas, hasta las pelotas estaba de los inundados, los damnificados, los menesterosos, los pobres y sus enfermedades.

Después de un breve sueño, ayudado por tranquilizantes y un poco de whisky que llevaba en una petaca del impermeable, bajé la escalerilla del avión en el aeropuerto de Santa Fe. El tiempo era espantoso. Una lluvia tremenda, frío, un viento que te volaba. De ahí hice media hora en una 4x4 conducida por un guardaespaldas del gobernador González. El agua prácticamente tapaba las ruedas, hasta que llegamos al cuartel de bomberos. Allí me subieron a un botecito y me dieron unas botas. Mientras navegábamos pensaba en pegarme un tiro apenas volviéramos a Buenos Aires. No podía soportar la lluvia mojándome la cara y la desolación que encontraba a medida que nos acercábamos a nuestro destino, el polideportivo del club Colón, en las afueras de la ciudad.

Había recibido informes de que la situación era caótica en el centro de evacuados. Faltaba de todo y se registraban peleas constantes por comida y abrigos. Mi tarea, penosa como pocas, consistía en coordinar aquel desastre. Además, tenía que tratar de instruir a las mujeres sobre métodos anticonceptivos, ya que la provincia tiene uno de los índices más altos de embarazos adolescentes en el país.

Cuando entré al lugar, pensé seriamente en llamar a Buenos Aires y mandar todo al carajo: en el lugar había 5 mil personas hacinadas, mugrientas, durmiendo en el piso en condiciones deplorables. El olor a suciedad, orina y mierda de bebés casi me descompone. Algunos viejos se me acercaron pidiéndome dinero, comida, cigarrillos, remedios... cualquier cosa. Me condujeron a una oficina que debía ser de algún directivo y tenía las condiciones mínimas de orden y aseo que había solicitado. En el baño privado comprobé aliviado que al menos había una ducha y un bidet.

Luego me reuní con la gente de la secretaría provincial, que me contó que efectivamente faltaba de todo y que la gente estaba desesperada, al borde de la rebelión. Acordamos hacer un rápido minicenso para detectar posibles focos de enfermedades y evitar una situación de epidemia dentro del lugar. También, hacer una limpieza generalizada, con ayuda de los insólitos voluntarios de una ONG local. Al ver a esos jóvenes yo pensaba dónde estaría si hubiera tenido la menor oportunidad de decirle que no al ministro Frías. Pero bueno, el Gordo había tapado el tema de los retornos en la compra de vacunas, así que no me quedaba otra.

En fin, cuestión que me dormí una siesta en la fea camita de la oficina. Me desperté todo dolorido y sin ganas de trabajar. Aún así, les ordené a los médicos de la gobernación que juntaran a un grupo de 100 mujeres de entre 11 y 45 años para intentar explicarles el uso de métodos anticonceptivos. Me habían pedido en Buenos Aires específicamente que lo hiciera. No entendía bien por qué, total un bebé más un bebé menos en esas circunstancias... Tras la charla repartimos preservativos y pastillas a granel.

Luego pasé por la cocina, donde me informaron que había fideos y polenta para dos días más. Ordené achicar las porciones y me fui a mi refugio a cenar algo apenas mejor que la miserable comida de los evacuados. Al terminar, me desnudé y me metí en la cama, abrigado por unas frazadas de mala calidad.

Soñé con una prostituta que me había hecho un masaje en un sauna de Recoleta. En lo mejor, cuando el masaje se volvía más íntimo, me despertó un ruido atronador. Alguien había puesto cumbia a todo volumen en un radiograbador y se escuchaban gritos y cantos. A las puteadas caminé hacia la cancha de básquet, donde estaba la mayoría de los evacuados. La escena era increíble. Hombres y mujeres bailando al ritmo de una cumbia que no pude identificar...

(SIGUE)

 
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